Casita robada, de María Josefina Cerutti: todos los trapos al sol

“Empecé a escribir Casita robada hace cuarenta años. El día que Kuky, mi mamá, se divorció de mi padre y nos llevó a vivir a Buenos Aires. Cuando nos fuimos de la Casa Grande. Almacené recuerdos en el cuerpo. Guardé cartas y archivos en mi casa. Recordé y reproduje el amor con el que crecimos. Agradecí haber caminado aquel paisaje. Haber aprendido de mis primos mayores a aguantarme el dolor de las piedritas en los pies. Tuvimos amor y abrazos. Nadie pudo llevarse nuestros pesebres vivientes y nuestras excursiones a la finca de Victorio, tampoco mi tinta. Ni mis letras. Desheredados heredamos un mundo que nos sostuvo.”


Por Morena Fournier


María Josefina Cerutti era adolescente cuando su abuelo, Victorio Cerutti, y su tio, Omar Masera Pincolini, fueron secuestrados de sus respectivas casas por un grupo de tareas. Era tarde a la noche y el transcurso de esos secuestros violentaron todo lo que los rodeaba: la familia, la casa y la vida. A partir de ese momento, un quiebre rotundo.

María Josefina Cerutti, Marijó, habla en su libro sobre ese traumático momento, pero no solo de eso. Los Cerutti no empezaron con Victorio. De hecho, como buen estereotipo de familia italo-argentina, eran muy pintorescos. Llenos de tradiciones, momentos compartidos juntos como numerosa familia unida que fueron. Escabrosos recuerdos, traiciones, oscuros lados B de la burguesía vitivinícola mendozina. Marijó Cerutti habla de esto, empieza desde el principio. Desde Manuel y Angelina.

Familia Cerutti

No se guarda nada o eso parece: sin censura, abre las puertas de la Casa Grande de Chacras de Coria de par en par, con una narrativa sencilla y amigable, y nos hace un recorrido por todos los rincones. Un antes, durante y después de ese rompimiento, ese rayo que partió a todo el país. Y si bien por momentos unx se pierde un poco en esa casa, y debe retroceder algunos párrafos para recuperar las ramas de ese gran árbol genealógico, el libro te lleva como por un río. Te desliza por la historia. Juegos de chicos, secretos de adultos, todo está expuesto sin tapujos. Entre la proyección y la curiosidad, la intimidad para con el lector se impone por sobre todo.



 Victorio Cerutti tenía 75 años cuando fue secuestrado, torturado y sometido a entregar su casa, su viñedo y su vida. Coco, el padre de Marijó, no quería creer que su papá, ese tano complicado, estaba perdido en algún rincón del Río de la Plata. Josefina, la Negra, su abuela, tuvo que declarar  en el primer juicio de la causa ESMA. Muchos tuvieron que escapar, exiliarse. Abandonar el barco que naufragó a la fuerza sin tener a dónde volver.

A cuarenta años de la dictadura militar que se llevó a dos miembros de la familia Cerutti, que diezmó un país entero y fulminó varias generaciones, Casita robada es un baldazo de realidad y de memoria. Sin más que agregar y sin que la objetividad me importe, creo firmemente que más de uno debería zambullirse en las palabras de Marijó Cerutti. 


Sobre la autora

María Josefina Cerutti nació y creció en Chacras de Coria, Mendoza. Es licenciada en Sociología por la Universidad del Salvador, Buenos Aires, y por la Universitá di Trento, Italia. En sus dos tesis estudió la presencia de los italianos en el desarrollo de la industria vitivinícola de Mendoza de fines del siglo XIX. La Ffondazione Agnelli (Turín) premió su tesis italiana en 1994. Escribió Ni ebrias ni dormidas, las mujeres en la ruta del vino (2012).*

*Texto tomado de solapa de la edición publicada por Sudamericana (2016).



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